sábado, 23 de abril de 2016

Réquiem para un sepulturero

Entre el 18 y 19 de junio de 1,986, en el primer gobierno de Alan García Pérez, fueron asesinados 300 presos políticos -aproximadamente- a manos de las fuerzas del orden . La mayoría de prisioneros, acusados de ser terroristas, no habían sido sentenciados y  se amotinaron  para exigir celeridad en sus procesos judiciales y mejores condiciones carcelarias, pero el ex Presidente Alan García ordenó sofocar el motín a sangre y fuego.



Por: César Lévano (*)

La aplastante derrota del Apra y su aliado el PPC parece haber convencido a Alan García de que ya es hora de que se retire de la política. Es el crepúsculo final del personaje que, en complicidad con Jorge del Castillo, convirtió al Apra en un instrumento de la gran empresa privada y en sirviente incondicional del imperialismo, así como en baluarte de la corrupción política.
Los resultados son un espectáculo para la historia. El Apra y dos aliados electorales no alcanzan ni el seis por ciento de los votos. Está en debate si, a la luz de esos resultados, el Apra y el PPC pierden su registro electoral.
El partido que nació en 1931, en el taller de un artesano, con la bandera del antiimperialismo yanqui, de la lucha contra el gamonalismo y el poder político de la oligarquía civilista, fue abandonando sus principios programáticos y su fuerza moral, erigida sobre el sacrificio –cárcel, tortura, deportación, clandestinidad– de miles de apristas. La codicia del poder la envileció. Alguna vez escribí y dije en televisión que el Apra, en la medida en que avanzaba, retrocedía.
En la reciente campaña electoral, a García no se le ocurrió nada mejor que aliarse con el PPC. El balance autoriza una interrogación: sin esa alianza, ¿cuántos votos habría obtenido el aprismo?
Consumado el voto, García reconoció el tamaño de su derrota y confirmó su renuncia a la dirección de su partido. “A quienes tengan la responsabilidad de dirigir el partido desde este momento, yo los apoyaré”, expresó. Sin duda sabía que en las bases del aprismo había una ola creciente de cólera contra él, de la que nuestro diario informó días atrás.
El enterrador del Apra dijo también: “Llamo a todos los apristas a fortalecer su partido, a elegir una conducción que le permita sobrellevar esta situación”. Busca que otros carguen con el muerto.
Lo que García no ha hecho y le falta hacer es una autocrítica de su política, que ha conducido al naufragio de un partido otrora poderoso. Tiene que explicar a su militancia y al país por qué incurrió en la claudicación ideológica y en el pacto con la extrema derecha.
Cuando se descubrió que él había otorgado beneficios ilegales a narcotraficantes sentenciados, aseguró que lo había hecho consultando caso por caso con Dios. Si goza de esa familiaridad con el Padre Eterno, ¿por qué no le consultó respecto a su alianza con el PPC? ¿O será que Papá Lindo no le concede consejos después de lo que hizo con los narcoindultos o que San Pedro ha descubierto en los archivos del paraíso las órdenes de Alan para las matanzas de los penales?

(*) Director del diario "UNO" y catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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