Por: Francisco Durand
Hurgando documentos sobre cómo ocurrió la captura de Humala el 2011 por
parte de los grupos de poder económico, la CONFIEP y los lobbies, me topé con
una constante: políticos y tecnócratas prefieren ocultar su relación con las
grandes empresas.
Revisando las declaraciones en “El Comercio” y “Perú 21”, abanderados de
la política de “continuar con el modelo económico”, caí en la cuenta de que nadie
quería asociarse abiertamente con la gran empresa privada, admitir que trabajan
con ella o para ella. Alonso Segura, por ejemplo, en ese entonces director del
BCP (grupo Romero), fue entrevistado como “economista” por “Perú 21”
(6/6/2011). También los candidatos preferían tomar distancia y hasta se
mostraron críticos. Todavía se recuerda la famosa frase de Alan García el 2006,
cuando acusó a Lourdes Flores de ser “la candidata de los ricos”, mientras él,
en privado, les daba todas las garantías. Es como si los superricos y sus empresas estuvieran apestados, como si
a sus voceros y representantes políticos les diera vergüenza informar al país
que trabajan para las grandes empresas limeñas que lideran el poder económico o
que son apoyados por ellas. Eso fue ayer. Hoy es lo mismo, y ejemplos sobran si
recordamos los recientes distanciamientos
de Keiko Fujimori y Ollanta Humala sobre los grupos de poder.
¿Qué hay entonces de la popularidad de los ricos? ¿No es que ahora existe
una “derecha popular” que debería considerar a los jefes de los grupos de poder
económico y a sus gerentes héroes del desarrollo? Al parecer los esfuerzos para
difundir una cultura empresarial entre los pobres (la ideología del
emprendedurismo) han logrado legitimar al empresario popular, al emergente,
pero no a los grandes empresarios limeños y a las multinacionales, que forman
el segmento dominante.
Entonces, en estas elecciones se ve que persiste la actitud vergonzante
de la derecha y sus técnicos. Ninguno quiere reconocerse como tal, ni asociarse
a las grandes empresas que van a ser sus principales financiadores. Es lo que
deduzco. Lamentablemente no contamos ni siquiera con una encuesta que mida las
percepciones del pueblo sobre todos los empresarios o las diferencias entre
distintos tipos. Aquí también existe una inhibición. O interés.
Quienes contratan las encuestadoras son gente con bolsillos profundos, es
decir, clientes importantes cuyo favor
no hay que perder. Quienes las pagan, además, son los que deciden qué
preguntar. Así discurre la vida en la República Empresarial. Nadie puede decir
en público que la CONFIEP gobierna, o discutir el tema en una entrevista, a
pesar de que en la calle se habla de los superricos con toda familiaridad.
CASO PPK
Uno de los casos más representativos de una casi total omisión de su
pasado y presente corporativo es Pedro Pablo Kuczynski (PPK), candidato
presidencial de un partido que lleva las siglas de su apellido: Peruanos por el Kambio. PPK es el candidato de las
multinacionales. Y ahora que se lanza por segunda vez a las elecciones prefiere
dejar de lado esa parte central de su historia. Su hoja de vida (ver www.ppk.pe) narra su infancia feliz como hijo de
un médico europeo llegado al Perú a hacer medicina social. Se presenta como
miembro de la clase media miraflorina que, gracias a su talento y becas, pudo
estudiar en Oxford y Princeton. Sus
referencias como profesional abundan. Nos habla de sus primeros trabajos en el Banco Mundial y luego en el Banco Central
de Reserva del Perú, trabajo que lo empujó al exilio, donde no cuenta las
razones de su salida. PPK fue acusado por el gobierno de Velasco de participar
en una devolución de impuestos a la IPC, cobrados supuestamente en forma
indebida, por 17 millones de dólares de la época.
Esta omisión es hasta cierto punto entendible, pero lo que no tiene
excusa es que casi no hable de aquello a lo que ha dedicado gran parte de su
vida: los negocios. En la sección “Mitos y Verdades” de su portal, PPK hace una
rapidísima referencia a su largo historial como director y gerente de empresas
multinacionales.
Encontramos dos líneas en la sección titulada “¿SABÍAS QUE PPK HA
TRABAJADO PARA EL SECTOR PRIVADO EN DIVERSAS PARTES DEL MUNDO?”. Dice muy poco:
Resaltan su cargo de presidente del First Boston Internacional y director del
First Boston Corporation. Anteriormente habría sido socio de Kuhn, Loeb &
Co. Internacional y presidente de Halco Mining, Inc. En Pittsburgh. Nada más.
Pero su historial es mucho más generoso: entre 1,977 y 1,980 trabajó en
el sector minero en África Occidental e incursionó en el sector industrial. A
través de los años ha sido miembro del directorio de diversas empresas como
Compañía de Acero del Pacífico (1,992-1,995), Magma Copper (1,995-1,996),
Edelnor S.A (1,996-1,999), Toyota Motor Corporation (1,996-2001), Siderúrgica Argentina
(1,996-2001), R.O.C Taiwan Fund (1,983-2001), Tenaris (2003-2004), Shoutern
Perú Copper Corporation (2003-2004) y
Ternium Inc. (NYSE) (2007). En realidad, la lista es mayor e incluye otras
empresas, todas grandes y algunas grandísimas.
OCULTAR VÍNCULOS
La actitud de los políticos más cercanos y de las redacciones de los
periódicos y noticieros televisivos o las encuestadoras, con muy raras
excepciones, oculta la procedencia y conexiones de los candidatos y
entrevistados. Por algo será.
Debe ser la maldición de Pizarro, el porquero extremeño que se hizo
marqués exigiendo un rescate a cambio de una vida que no pudo respetar. Claro,
desde la conquista las cosas han cambiado, o al menos eso creemos. Ya no
existen oligarquías ni marqueses. Lo que existe, si hemos de creer en los
titulares y estudios de márquetin, es la nueva clase media, los ricos
provincianos, los emprendedores. Pero la riqueza sigue siendo concentrada
en Lima, en un grupo reducido de grandes
corporaciones limeñas asociadas a las multinacionales.
Probablemente estemos viendo el más alto nivel de concentración de la historia
republicana. Véase el caso de las AFP, que fueron 7 en total en 1,994 y que
ahora se reducen a 4 (eso si contamos Hábitat, la más pequeña). Véase el propio
caso del Grupo El Comercio, cuya familia solía editar este diario desde los
tiempos de la República Guanera del siglo XIX y que continuó luego durante la
República Aristocrática de comienzos del siglo XX.
Pero el discurso oficial es otro. Ahora afirma que lo nuevo y muy
revelador es que tenemos “emprendedores”, término sustitutorio del menos
popular concepto de empresarios. Pero esta categoría es deliberadamente vaga.
Unos son grandes y otros, la gran mayoría, informales. Unos son de Lima y
otros, la gran mayoría, son de provincias o de origen provinciano. En realidad,
lo que se ha democratizado es la base de la pirámide más que la cúpula. El
cogollo de la República Empresarial sigue siendo básicamente el mismo: una
minoría privilegiada limeña que maneja el sistema financiero y que tiene, junto
con sus socios multinacionales, casi
todas las concesiones mineras, petroleras y gasíferas y, no lo olvidemos, esos
4 fondos de pensiones donde están nuestras míseras jubilaciones.
¿Y qué me dice del emporio de Gamarra? Bueno, eso es una muestra de
pujanza empresarial urbana que apareció en plena crisis, antes de que surgieran
los grandes centros comerciales construidos por los grupos de poder (entre los
que destaca el grupo Rodríguez-Pastor y los conglomerados chilenos). Hoy
Gamarra languidece y sus propias masas de consumidores prefieren la seguridad y
el lujo de los malls, esas nuevas catedrales del consumo que empezaron en los
conos de Lima y que hoy existen en todas las ciudades intermedias del país.
¿Acaso Acuña no representa un cambio? Cierto, lo representa, tanto él
como su fortuna labrada con la “educación con fines de lucro” ese exceso
libremercadista que propuso el Banco Mundial en los años 1,990 y que ha dado
lugar a extrañas fortunas . Ahora bien, no se puede negar que la propiedad se
ha democratizado, que existen nuevos millonarios y que pueden comprar casa en
Las Casuarinas y manejar un Porsche. Pero algunas de esas fortunas son o
parecen de origen dudoso. En algunos casos es más un estigma limeño que otra
cosa (Añaños), pero en varios otros el dinero mal habido puede estar en el
origen de esos negocios. Véase el caso de Wilfredo Oscorima, el fugado
presidente regional de Ayacucho, cuya fortuna se hizo, según afirma, a partir
de tiendas tragamonedas, y que ha optado, probable indicio de culpabilidad, por
fugarse.
Finalmente, recordemos que no basta ser millonario para mandar y entrar a
los altos círculos de la política peruana, que incluye todavía ese remanente
elitista llamado Club Nacional. Son gente de apellido y pretendida alcurnia,
aristocratizados o elitizados, quienes manejan las más grandes empresas del
país, los principales socios de las multinacionales y, finalmente, quienes
gobiernan las finanzas. Ese es el centro del poder y de allí se proyectan al Estado.
Es de ellos que los candidatos quieren desmarcarse. Es la asociación con
ellos la que ocultan los columnistas o expertos consultados por los principales
medios de comunicación. Por algo será. El tabú existe.
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