jueves, 2 de junio de 2022

Misterio, paz y belleza en los jeroglíficos El Mosquito

 

Al fondo del paisaje espectacular se levanta majestuosa -como en un podio- la incomparable Tembladera, cual puerto rebosante de sorpresas y esperanzas.


"Imágenes misteriosas que pueden motivar nuevas investigaciones de especialistas en arqueología, pero también incitar el estudio y comentarios de los ufólogos entorno al viaje espacial y seres extraños representados en aquellas rocas insólitas" 




"La Trilogía Chavín. Está esculpida en la roca más voluminosa. Representa a un puma enorme y fiero en cuyo cuerpo -al centro- se distingue la imagen de un cóndor con las alas abiertas. El puma -al igual que el cóndor- está mirando hacia el oeste y su ojo es, a la vez, el ojo de una serpiente cuya figura reptilesca se escurre en la anatomía del felino".





Escribe: Luis Eloy Plasencia Torres

Junio del 2018, mediodía. El Sol abrazador, en todo su esplendor, ilumina el hermoso valle de Tembladera. Sus cerros colosales que lo circundan bajo un cielo combo, inmenso y azulado, su río vivificante, sus chacras de arroz, sus huertas dulces y el canto de las aves me gritan: ¡Esta es tu tierra linda, aquí naciste!
Lleno de orgullo y alegría, respiro hondo el aire libre y salvaje, desde la banda -al otro lado del río- adónde he ido con mi amigo de toda la vida, Víctor Malca Alvitres, con la finalidad de constatar la existencia de una imagen extraña hecha, parece, por un artista chavín que vio, imaginó o le contaron de viajes al espacio, ¿hacia la luna?..
Hemos llegado a la Pampa de Mosquito donde divisamos un conglomerado de piedras grandes y medianas, color rojizo, desperdigadas en unos dos kilómetros, aproximadamente, de terreno árido paralelo al río Jequetepeque. Todas ellas tatuadas con mensajes de nuestros ancestros. Se trata de los jeroglíficos de El Mosquito, descritos en el libro “El Pueblo Chimú-Serrano Contumacino” del poeta y escritor de fama universal, Mario Florián Díaz, quien se desempeñó como Inspector de Monumentos Arqueológicos de la Costa del Norte del Perú.

Rodean a los jeroglíficos, construcciones de viviendas del periodo Arcaico Tardío cuya antigüedad es de 1,500 años antes de Cristo, según estudios realizados en dicho sitio por el investigador Eisei Tsurumi -doctor de arte y ciencia de la Universidad de Tokio (Japón)- con un equipo científico. Las investigaciones en mención fueron llevadas a cabo en el año 2015 y contaron con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Dirección Desconcentrada de Cultura Cajamarca.

Desde esa reliquia histórica -hasta hoy olvidada, abandonada y saqueada por huaqueros inescrupulosos- contemplamos extasiados la imponente represa Gallito Ciego cuyas aguas color turquesa ondean mansas y brillosas. Entre ellas -a lo lejos- se desliza, lentamente, una lanchita a fuerza de remos en las que se perfilan las siluetas de tres pescadores.

Al fondo del paisaje espectacular se levanta majestuosa -como en un podio- la incomparable Tembladera, cual puerto rebosante de sorpresas y esperanzas.

En la orilla del inmenso lago artificial se escucha el concierto de pajarillos cuyo volumen aumenta a medida que nos acercamos a los montes. El aleteo y graznar de garzas y patos silvestres, en raudo vuelo, dirigen nuestra mirada hacia una palizada y descubrimos un simpático zorrito, mimetizado con palos y troncos que son acumulados en esa orilla por la corriente del agua.

El Sol, a esa hora, calcina y nos obliga a protegernos de sus ardientes rayos bajo la sombra de un espino chato -contiguo a la palizada- que se yergue cual paraguas de un gigante.

Desde allí nos deleitamos del viento que, de rato en rato, corre de oeste a este sobre la amplia superficie de la represa y agita el agua que nos invita a nadar. Arriba, el cielo azul está moteado de nubes humanoides y divinas.

Belleza natural, claridad radiante, fantasía, sol, viento, sombra, paz -lejos del mundanal ruido- y misterio inundan nuestro ser en este paraje encantador que fue habitado por nuestros antepasados hace más de mil años.

Luego de unos breves minutos de contemplar el hermoso panorama, nos ponemos de pie, damos media vuelta y nos dirigimos a escudriñar los jeroglíficos de El Mosquito. Emocionados, vemos las milenarias pizarras pétreas desparramadas en ese paraje solitario. Tercas, no se cansan de exhibir mensajes pre incas expresados con figuras y símbolos dibujados, parece, con fino punzón por artistas de la cultura Chavín.

Adjudico este portento arqueológico a la cultura Chavín por figuras allí presentes, una de ellas es la más grande y se la conoce como la Trilogía Chavín. Está esculpida en la roca más voluminosa. Representa a un puma enorme y fiero en cuyo cuerpo -al centro- se distingue la imagen de un cóndor con las alas abiertas. El puma -al igual que el cóndor- está mirando hacia el oeste y su ojo es, a la vez, el ojo de una serpiente cuya figura reptilesca se escurre en la anatomía del felino.

Esa piedra tiene mensajes en tres de sus caras. En la parte frontal -mirando al norte- se aprecia la Trilogía Chavín ya descrita.

En el lado derecho nos sorprende un hombre de pie, alado, de cuatro manos, en una de ellas sostiene un objeto que parece un cetro y sobre su cabeza -con dirección sudeste- han dibujado una estrella lejana. En el techo de la roca se aprecia una figura antropomorfa, con característica de un sapo.

Las dos primeras figuras son símbolos de la cultura Chavín, que se desarrolló entre los 1,200 años y 200 años antes de Cristo. Fue el arqueólogo Julio César Tello (conocido como el “padre de la arqueología peruana”) quien la descubrió y consideró como la “cultura matriz” o “madre de las civilizaciones andinas”.

En una parte del informe del doctor Eisei Tsurumi, que realizó excavaciones en esa Pampa de El Mosquito dice al respecto: “En el extremo oeste de la Pampa de Mosquito se presenta una densa concentración de petroglifos denominada “Quebrada del Felino” (Pimentel 1986) y entre ellos se encuentra una imagen de grandes dimensiones que denominamos “Felino” (Figura 2), que presenta características similares al arte del Arcaico Tardío (Bischof 1994) registrado en varios sitios arqueológicos mayormente del departamento de Ancash (Falcón y Suárez 2009”).

Es sabido que la cultura Chavín tuvo su centro de desarrollo en la ciudad de Chavín de Huántar, ubicada en el departamento de Áncash.

Estas evidencias y el hecho de que presencié la extracción de huacos chavines en zonas aledañas a la Pampa del  Mosquito me hacen pensar -no afirmar, porque no soy especialista en el tema- que los chavines fueron los autores de esos misteriosos jeroglíficos.

Estrellas, figuras geométricas, plantas de maíz, zorros, un perro, pumas, caracoles y lagartijas son algunos de los dibujos fáciles de reconocer en las piedras grandes y medianas diseminadas en ese escenario mágico.

Pero en la parte baja de la ladera, subiendo por el lado derecho, nos llama poderosamente la atención un dibujo hecho en una piedra de regular tamaño. “Esa figura representa la reproducción humana”, me indica Víctor, señalando a la roca que, hace más de mil años, fue utilizada como pizarra.

Y, efectivamente, el autor antiguo con gran talento didáctico dibujó dos figuras que simbolizan al hombre y a la mujer, uno al lado del otro. Y desde la parte inferior de ellos señala y une el sexo de ambos con dos líneas curvas paralelas -en forma de U- que terminan en punta de flecha. Abajo, casi al centro de las líneas curvas está representado el fruto de esa unión sexual.

Avanzamos y al lado izquierdo nos topamos con dos piedras grandes, en una de ellas podemos distinguir la imagen de un humanoide siniestro con cachos al que los viejos huaqueros le han puesto el nombre de Diablo. Muy cerca de allí vemos, estampado en otra piedra mediana, el dibujo de un ser reptilesco. En la roca contigua hay una imagen a manera de bolso con líneas verticales punteadas similares a los quipus que utilizaron los incas para la conservación de datos numéricos.

Al llegar al centro de ese escenario arcaico, éste parece transformarse en cósmico. En la parte superior de una roca encontramos el principal motivo de nuestra presencia en ese lugar: la imagen parecida a un astronauta en actitud de vuelo, a su lado izquierdo hay una figura similar a media luna que sugiere ser el destino del “astronauta”.

¿Acaso nuestros antepasados también imaginaron o vieron hombres con trajes espaciales viajando a la luna? ¿O pobladores contemporáneos hicieron ese dibujo para confundir a las nuevas generaciones? A simple vista los trazos de esa figura parecen milenarios.

Continuamos caminando hasta la parte superior de la ladera que se torna angosta, una pequeña quebrada, donde encontramos la famosa Trilogía Chavín ya descrita.

Al llegar a este punto tenemos la impresión que la exhibición de las alegorías pétreas ya ha finado, pero nuestra curiosidad había sido picada por lo ignoto. Seguimos hacia el sur y, a pocos metros, detectamos otra piedra rojiza, mediana. Nos acercamos y sorprendidos contemplamos la figura de una cruz en esa última roca esculpida.

Intuimos que los antiguos peruanos con esa imagen quisieron representar a la Cruz del Sur, porque ésta está rodeada de figuras semejantes a otras constelaciones celestes.

En nuestra breve estancia en aquel lugar que muestra un valioso patrimonio prehistórico, hemos detectado figuras extrañas hechas por nuestros ancestros las que estamos difundiendo con el propósito de motivar nuevas investigaciones de especialistas en arqueología, pero también incitar el estudio y comentarios de los ufólogos entorno al viaje espacial y seres extraños representados en aquellas rocas insólitas . 

Confieso que he quedado satisfecho y sorprendido  al ver y sentir tanto misterio, paz y belleza natural en los jeroglíficos de El Mosquito, riqueza cultural que debe ser protegida y promocionada para atraer turistas nacionales y extranjeros.

El complejo arqueológico El Mosquito está ubicado en el distrito de Yonán, perteneciente a la provincia de Contumazá, región Cajamarca. Específicamente frente a la cálida localidad de Tembladera, al otro lado de la represa Gallito Ciego. Se puede llegar a él utilizando una lanchita de remos, en un viaje divertido que dura alrededor de 30 minutos.

(Publicado en periódico PERÚ SIGLO XXI, edición agosto 2018).

 

 

 

 

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