martes, 12 de enero de 2016

Derecha avergonzada


Por: Francisco Durand
Hurgando documentos sobre cómo ocurrió la captura de Humala el 2011 por parte de los grupos de poder económico, la CONFIEP y los lobbies, me topé con una constante: políticos y tecnócratas prefieren ocultar su relación con las grandes empresas.
Revisando las declaraciones en “El Comercio” y “Perú 21”, abanderados de la política de “continuar con el modelo económico”, caí en la cuenta de que nadie quería asociarse abiertamente con la gran empresa privada, admitir que trabajan con ella o para ella. Alonso Segura, por ejemplo, en ese entonces director del BCP (grupo Romero), fue entrevistado como “economista” por “Perú 21” (6/6/2011). También los candidatos preferían tomar distancia y hasta se mostraron críticos. Todavía se recuerda la famosa frase de Alan García el 2006, cuando acusó a Lourdes Flores de ser “la candidata de los ricos”, mientras él, en privado, les daba todas las garantías. Es como si los superricos  y sus empresas estuvieran apestados, como si a sus voceros y representantes políticos les diera vergüenza informar al país que trabajan para las grandes empresas limeñas que lideran el poder económico o que son apoyados por ellas. Eso fue ayer. Hoy es lo mismo, y ejemplos sobran si recordamos  los recientes distanciamientos de Keiko Fujimori y Ollanta Humala sobre los grupos de poder.
¿Qué hay entonces de la popularidad de los ricos? ¿No es que ahora existe una “derecha popular” que debería considerar a los jefes de los grupos de poder económico y a sus gerentes héroes del desarrollo? Al parecer los esfuerzos para difundir una cultura empresarial entre los pobres (la ideología del emprendedurismo) han logrado legitimar al empresario popular, al emergente, pero no a los grandes empresarios limeños y a las multinacionales, que forman el segmento dominante.
Entonces, en estas elecciones se ve que persiste la actitud vergonzante de la derecha y sus técnicos. Ninguno quiere reconocerse como tal, ni asociarse a las grandes empresas que van a ser sus principales financiadores. Es lo que deduzco. Lamentablemente no contamos ni siquiera con una encuesta que mida las percepciones del pueblo sobre todos los empresarios o las diferencias entre distintos tipos. Aquí también existe una inhibición. O interés.
Quienes contratan las encuestadoras son gente con bolsillos profundos, es decir, clientes  importantes cuyo favor no hay que perder. Quienes las pagan, además, son los que deciden qué preguntar. Así discurre la vida en la República Empresarial. Nadie puede decir en público que la CONFIEP gobierna, o discutir el tema en una entrevista, a pesar de que en la calle se habla de los superricos con toda familiaridad.
CASO PPK
Uno de los casos más representativos de una casi total omisión de su pasado y presente corporativo es Pedro Pablo Kuczynski (PPK), candidato presidencial de un partido que lleva las siglas de su apellido: Peruanos  por el Kambio. PPK es el candidato de las multinacionales. Y ahora que se lanza por segunda vez a las elecciones prefiere dejar de lado esa parte central de su historia. Su hoja de vida (ver www.ppk.pe) narra su infancia feliz como hijo de un médico europeo llegado al Perú a hacer medicina social. Se presenta como miembro de la clase media miraflorina que, gracias a su talento y becas, pudo estudiar en  Oxford y Princeton. Sus referencias como profesional abundan. Nos habla de sus primeros trabajos  en el Banco Mundial y luego en el Banco Central de Reserva del Perú, trabajo que lo empujó al exilio, donde no cuenta las razones de su salida. PPK fue acusado por el gobierno de Velasco de participar en una devolución de impuestos a la IPC, cobrados supuestamente en forma indebida, por 17 millones de dólares de la época.
Esta omisión es hasta cierto punto entendible, pero lo que no tiene excusa es que casi no hable de aquello a lo que ha dedicado gran parte de su vida: los negocios. En la sección “Mitos y Verdades” de su portal, PPK hace una rapidísima referencia a su largo historial como director y gerente de empresas multinacionales.
Encontramos  dos líneas en  la sección titulada “¿SABÍAS QUE PPK HA TRABAJADO PARA EL SECTOR PRIVADO EN DIVERSAS PARTES DEL MUNDO?”. Dice muy poco: Resaltan su cargo de presidente del First Boston Internacional y director del First Boston Corporation. Anteriormente habría sido socio de Kuhn, Loeb & Co. Internacional y presidente de Halco Mining, Inc. En Pittsburgh. Nada más.
Pero su historial es mucho más generoso: entre 1,977 y 1,980 trabajó en el sector minero en África Occidental e incursionó en el sector industrial. A través de los años ha sido miembro del directorio de diversas empresas como Compañía de Acero del Pacífico (1,992-1,995), Magma Copper (1,995-1,996), Edelnor S.A (1,996-1,999), Toyota Motor Corporation (1,996-2001), Siderúrgica Argentina (1,996-2001), R.O.C Taiwan Fund (1,983-2001), Tenaris (2003-2004), Shoutern Perú  Copper Corporation (2003-2004) y Ternium Inc. (NYSE) (2007). En realidad, la lista es mayor e incluye otras empresas, todas grandes y algunas grandísimas.  
OCULTAR VÍNCULOS
La actitud de los políticos más cercanos y de las redacciones de los periódicos y noticieros televisivos o las encuestadoras, con muy raras excepciones, oculta la procedencia y conexiones de los candidatos y entrevistados. Por algo será.
Debe ser la maldición de Pizarro, el porquero extremeño que se hizo marqués exigiendo un rescate a cambio de una vida que no pudo respetar. Claro, desde la conquista las cosas han cambiado, o al menos eso creemos. Ya no existen oligarquías ni marqueses. Lo que existe, si hemos de creer en los titulares y estudios de márquetin, es la nueva clase media, los ricos provincianos, los emprendedores. Pero la riqueza sigue siendo concentrada en  Lima, en un grupo reducido de grandes corporaciones  limeñas asociadas a las multinacionales. Probablemente estemos viendo el más alto nivel de concentración de la historia republicana. Véase el caso de las AFP, que fueron 7 en total en 1,994 y que ahora se reducen a 4 (eso si contamos Hábitat, la más pequeña). Véase el propio caso del Grupo El Comercio, cuya familia solía editar este diario desde los tiempos de la República Guanera del siglo XIX y que continuó luego durante la República Aristocrática de comienzos del siglo XX.
Pero el discurso oficial es otro. Ahora afirma que lo nuevo y muy revelador es que tenemos “emprendedores”, término sustitutorio del menos popular concepto de empresarios. Pero esta categoría es deliberadamente vaga. Unos son grandes y otros, la gran mayoría, informales. Unos son de Lima y otros, la gran mayoría, son de provincias o de origen provinciano. En realidad, lo que se ha democratizado es la base de la pirámide más que la cúpula. El cogollo de la República Empresarial sigue siendo básicamente el mismo: una minoría privilegiada limeña que maneja el sistema financiero y que tiene, junto con sus  socios multinacionales, casi todas las concesiones mineras, petroleras y gasíferas y, no lo olvidemos, esos 4 fondos de pensiones donde están nuestras míseras jubilaciones.
¿Y qué me dice del emporio de Gamarra? Bueno, eso es una muestra de pujanza empresarial urbana que apareció en plena crisis, antes de que surgieran los grandes centros comerciales construidos por los grupos de poder (entre los que destaca el grupo Rodríguez-Pastor y los conglomerados chilenos). Hoy Gamarra languidece y sus propias masas de consumidores prefieren la seguridad y el lujo de los malls, esas nuevas catedrales del consumo que empezaron en los conos de Lima y que hoy existen en todas las ciudades intermedias del país.
¿Acaso Acuña no representa un cambio? Cierto, lo representa, tanto él como su fortuna labrada con la “educación con fines de lucro” ese exceso libremercadista que propuso el Banco Mundial en los años 1,990 y que ha dado lugar a extrañas fortunas . Ahora bien, no se puede negar que la propiedad se ha democratizado, que existen nuevos millonarios y que pueden comprar casa en Las Casuarinas y manejar un Porsche. Pero algunas de esas fortunas son o parecen de origen dudoso. En algunos casos es más un estigma limeño que otra cosa (Añaños), pero en varios otros el dinero mal habido puede estar en el origen de esos negocios. Véase el caso de Wilfredo Oscorima, el fugado presidente regional de Ayacucho, cuya fortuna se hizo, según afirma, a partir de tiendas tragamonedas, y que ha optado, probable indicio de culpabilidad, por fugarse.
Finalmente, recordemos que no basta ser millonario para mandar y entrar a los altos círculos de la política peruana, que incluye todavía ese remanente elitista llamado Club Nacional. Son gente de apellido y pretendida alcurnia, aristocratizados o elitizados, quienes manejan las más grandes empresas del país, los principales socios de las multinacionales y, finalmente, quienes gobiernan las finanzas. Ese es el centro del poder y de allí se proyectan al Estado.
Es de ellos que los candidatos quieren desmarcarse. Es la asociación con ellos la que ocultan los columnistas o expertos consultados por los principales medios de comunicación. Por algo será. El tabú existe.


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