sábado, 1 de febrero de 2014

EDITORIAL: A la patria hay que defenderla con cojones


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Por: Luis Eloy Plasencia Torres
Otro recorte más al territorio del Perú, pero esta vez no se ha disparado ni una bala en defensa de la soberanía nacional sino que se ha re­currido a jueces extranjeros para que definan la propie­dad histórica de nuestro mar.
Es decir no se ha defen­dido lo nuestro con cojones – con ese valor y sacrificio que lo hicieron Francisco Bolognesi, Miguel Grau, Al­fonso Ugarte, Justo Arias Aragüez, entre otros héroes - sino con alegatos y decisio­nes de huevones – de gente que cree que repartiendo te­rritorio ajeno se fomenta la justicia y la paz.
El 27 de enero del 2014 será recordado como un día de traición y dolor para los que amamos el Perú. Jamás podremos olvidar el rostro desencajado y los reclamos airados de Tacna, provincia a la que, con el fallo de la Corte Internacional de Jus­ticia de La Haya, se le ha arrebatado el mar heredado de nuestros antepasados.
Con el fallo de La Haya, El Perú recuperó 50,284 kiló­metros cuadrados de mar -de los 66,680 que solicitó-pero en aquellas aguas la pesca es escasa y Tacna no ha ganado nada, se quedó sin mar y sin recursos.
En cambio Chile ganó 80 millas de mar peruano don­de se encuentra la pesca dorada, lo mejor en ancho­veta -que se ubica dentro de las 10 millas de la costa marina-, perico y pota. Allí es donde hay más cantidad de cardúmenes. Además ob­tuvo 16, 352 kilómetros del área en disputa.
Así se le paga al pueblo heroico de Tacna que de­fendió con gran patriotismo el territorio nacional en la funesta Guerra del Pacífico cuando los chilenos invadie­ron, saquearon y ultrajaron a varios pueblos hermanos en complicidad del ex pre­sidente peruano Nicolás de Piérola quien se había con­vertido en Felipillo del go­bierno de Chile, como reve­la el escritor Antonio Gárate en su obra “Por 10 Centavos de Salitre”.
¿Acaso ese dictamen in­ternacional es la venganza de los primos hermanos del bárbaro Atila y del ex dic­tador sanguinario Augusto Pinochet quienes no pueden asimilar la derrota plebisci­taria que hace 85 años les infringió Tacna al ritmo de nuestro Himno Nacional y con el paseo apoteósico de la bandera peruana?
Ese fallo, que es una ofen­sa a la memoria de nuestros héroes, fue recibido con sal­tos y gritos de victoria por el presidente Ollanta Humala junto a políticos acostum­brados a regalar o vender nuestra patria.
“En total, el tribunal su­pranacional le reconoció al Perú más del 70% de lo que pidió en su demanda”, afir­mó el Presidente y aseguró que se respetará el fallo de La Haya.
Esa euforia fue reproduci­da en los principales medios de comunicación del país: “Triunfó el Perú”, “Victoria Peruana “decían sus titula­res.
Mientras tanto el primer ministro, César Villanueva, trataba de calmar los áni­mos sublevados de los tac­neños, prometiéndoles la implementación de proyec­tos de desarrollo para esa provincia fronteriza cuyos pueblos -en mayoría- ca­recen de los servicios bási­cos como son luz eléctrica y agua potable, en pleno Siglo XXI.
Al día siguiente del fallo de La Haya, el Presidente Ollanta envió un barco con marinos para que hagan el reconocimiento del mar re­cuperado.
¡Puro teatro para avalar una traición anunciada! que se venía cocinando desde 1,947, cuando el ex Presi­dente José Luis Bustaman­te y Rivero no tuvo firmeza para rechazar la superpo­sición marítima que Chile aplicó para apropiarse del mar de Tacna, so pretexto de la declaración de las 200 millas.
A esa debilidad se sumó la torpeza del dictador Manuel Odría quien –en 1,954- sus­cribió un convenio de pesca con Chile, en uno de cuyos puntos se alude al paralelo como límite marítimo. Des­pués vinieron los acuerdos de1,968 y 1,969 firmados por Perú y Chile en los que se ratifica una frontera ma­rítima entre ambos países que empieza en el paralelo que corre a través del Hito N° 1 y no desde el Punto de la Concordia.
Todo un andamiaje jurídi­co que Chile había levanta­do, con el correr de los años, para quedarse con nuevas extensiones de nuestro te­rritorio y mar de los cuales se había apoderado ilegal­mente, después de firmar el Tratado de Ancón.
Con éstos y otros antece­dentes diplomáticos -plaga­dos de errores y debilidad de nuestros gobernantes- que fueron plasmados en trata­dos y acuerdos internacio­nales, el Perú jamás debió ir a una corte internacional de justicia para recuperar sus territorios que le fueron robados tras una guerra sangrienta y destructora, máxime si el país invasor ni siquiera respetó ni cumplió el Tratado de Ancón con el que culminó la conflagra­ción.
Somos peruanos y, como tales, conocemos que Chile nos arrebató las provincias sureñas de Arica y Tarapacá -incluido su mar por ser te­rritorios costeños- mediante una guerra en la que hubo traición y rapiña.
Dice la historia que “la guerra concluyó oficialmen­te el 20 de octubre de 1883 con la firma del Tratado de Ancón, mediante el cual el departamento de Tarapacá pasó a manos chilenas per­manentemente y las provin­cias de Arica y Tacna que­daron bajo administración chilena por un lapso de 10 años, al cabo del cual un plebiscito decidiría si que­daban bajo soberanía de Chile, o si volvían al Perú.
A la firma de este tratado, el departamento de Tacna contaba con tres provin­cias: Tacna, Arica y Tarata. En 1885, dos años después del tratado, Chile ocupó la provincia de Tarata, la cual fue devuelta al Perú el 1 de septiembre de 1925 por re­solución del árbitro Calvin Coolidge, presidente de los Estados Unidos.
Casi medio siglo después, el 28 de agosto de 1929, Chile devolvió la provin­cia de Tacna a Perú con la firma del Tratado de Lima, que contó con la mediación de Estados Unidos y decidió que gran parte de la provin­cia de Tacna fuese devuelta al Perú mientras que Arica y el resto quedara definiti­vamente en manos de Chile.
Han transcurrido casi 85 años desde aquel plebisci­to glorioso en que el pueblo tacneño dejó a los invasores con el rabo entre las pier­nas. Pero Chile, lejos de cumplir el Tratado de An­cón, se adentró en el mar de Tacna y, en el colmo de la desvergüenza y la ambi­ción, lo reclamó como suyo ante la pasividad y desidia de nuestros políticos y go­bernantes que -aparte de firmar tratados entreguis­tas- durante muchos años se hicieron los sordos y de la vista gorda ante la inva­sión despiadada y astuta de los chilenos en territorio pe­ruano.
Fue el general Juan Velas­co Alvarado -que gobernó el Perú desde el 03 de octu­bre de 1,968 hasta el 29 de agosto de 1,975- quien estu­vo a punto de invadir a Chile para recuperar lo nuestro.
El “Día D” debía ser el 5 de octubre de 1975, con un ataque masivo sobre Chi­le por aire, mar y tierra, recuerda el Dr. Clemente Manco Villacorta, en su li­bro “Realidad Nacional”.
Desgraciadamente, fue traicionado por el general Francisco Morales Bermú­dez, quien lo sacó del cargo en la madrugada del 29 de agosto de 1975, mediante un golpe de Estado, faltan­do escasos días para iniciar el ataque.
Si las Fuerzas Armadas del Perú hubiesen atacado a Chile, habrían penetrado hasta Copiapó, según reco­noció el propio dictador Au­gusto Pinochet, y habrían recuperado nuestra sobera­nía.
Después de Velasco, nues­tros gobernantes se han de­dicado a desarmar, práctica­mente, a nuestras Fuerzas Armadas en nombre de la paz y la integración con los países vecinos. Producto de ello es la pérdida de territo­rio nacional tras la última guerra con el Ecuador y el recorte de mar de Tacna con el fallo de La Haya.
Y es que la soberanía na­cional no se defiende con declamaciones románticas o de buena amistad, menos desmantelando a las fuerzas militares. Tampoco con tra­tados internacionales en los que casi siempre engatusan a nuestros representantes.
No, señores políticos y go­bernantes, la soberanía na­cional se defiende con las Fuerzas Armadas, tal como lo ordena nuestra Consti­tución Política. Así como lo hacen otros países que no ceden ni un milímetro de su territorio ante un país inva­sor.
Para honrar a Grau y nuestros héroes de la Gue­rra del Pacífico debimos sa­car a los chilenos del mar de Tacna utilizando nuestras fuerzas militares y no debi­mos seguir el juego del dís­colo y cobarde ex presiden­te Alan García Pérez quien a través de su embajador Juan Miguel Bákula inició el proceso contencioso de La Haya.
Nuestra soberanía nacio­nal se debe defender con decisión y coraje, no con puntos de la concordia, pa­ralelos y otros argumentos que, en nombre de la paz, utiliza la oligarquía para defender sus intereses eco­nómicos, dejando de lado el sagrado deber de proteger a la Patria ante el expansio­nismo chileno.
Los chilenos nos tildan de cobardes porque nuestros gobernantes han recurrido a un tribunal internacio­nal para delimitar nuestra frontera marítima. Empero no deben generalizar al dar ese calificativo que ofende a todos los peruanos, porque el Ejército de Bolognesi, la Marina de Grau y la Avia­ción de Quiñones están a la espera de nuevas órdenes para defender y recuperar nuestro territorio nacional.
Ya es hora de que gobierne otro hijo del pueblo, como el general Juan Velasco Alva­rado, para que rearme a las fuerzas militares y comande a nuestros valientes solda­dos en defensa de la sobe­ranía y la dignidad nacional.
El fallo de La Haya -debido a su injusticia y por ser obra de huevones- no garantiza la paz entre el Perú y Chile. Chile quiere más y hay que defender a nuestra Patria con cojones.




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