Las Bambas, mina situada en la región Apurímac, es rica en cobre, pero su explotación beneficia a empresas extranjeras, mientras que la población sigue postrada en la pobreza. |
Escribe: Alejandro Narváez.
En
el ranking nacional de inversión minera, Apurímac lidera con el 22% del total
nacional, seguido por Junín con 15%, Arequipa 12%. Los principales proyectos
mineros con inversión inicial comprometida en la región son: Las Bambas
(US$4,200 millones), Haquira (US$2,800 millones), Apurímac Ferrum (US$ 2,600
millones), Los Chancas (US$ 1,300 millones), Trapiche (US$ 1,000 millones) y el
proyecto Anama, de la compañía Aruntani (segundo productor aurífero nacional
después de Buenaventura) que producirá 60,000 onzas anuales de oro. Treinta
proyectos mineros se apoderaron de Apurímac que representa aproximadamente el
65% de su territorio.
Según
el Boletín Estadístico de mayo 2015, del Ministerio de Energía y Minas, los
ingresos por concepto de canon minero para Apurímac ascendieron en el periodo
2010 -2014 a S/4, 700,000 en promedio anual. Las regiones que registran
millonarios ingresos son: Ancash 855 millones promedio anual, Arequipa 524
millones y Cajamarca 449 millones. Pregunto ¿en este escenario, tiene sentido
el canon? ¿El Estado, no es acaso quien debe promover la equidad entre regiones
y grupos sociales?
Las
millonarias inversiones mineras que se iniciaron en la región en el 2004, no
trajo consigo la esperada reducción de la pobreza, ni la solución de sus
problemas estructurales. Según las “Cifras de Pobreza 2012” del INEI, la
pobreza monetaria en Apurímac alcanza el 55,5%, en Cajamarca el 54,2%, en
Ayacucho un 52,6% y Huancavelica 49,5%. Las provincias más pobres son
Cotabambas y Grau (sedes del proyecto Las Bambas) con una tasa de pobreza total
de 81.9% y 78.3%, y de pobreza extrema de 47.8% y 42.2%, respectivamente.
Apurímac tiene 95 mil jóvenes y solo el 3% ha concluido sus estudios universitarios.
El 70% de sus ríos están contaminados (ríos muertos), etc.
Para
el PNUD (2013), el Perú sigue siendo una sociedad con enormes brechas de acceso
al Desarrollo Humano. Un país cuya pobreza afecta en mayor medida y con mayor
profundidad a las poblaciones rurales del interior del país, donde persisten
graves desigualdades según su lugar de residencia, origen étnico, etc. En el
informe del propio PNUD, a nivel de regiones, Apurímac, se ubica en el puesto
23 (es decir, en la cola), Cotabambas está entre las 5 provincias más pobres
del país.
El
gran proyecto minero Las Bambas tiene su origen en 1911 con la empresa
Ferrobamba. En el 2004, Xstrata se hace con dicho proyecto y se compromete a
invertir US$ 4,200 millones para producir 400,000 TMF de cobre al año. Al ritmo
de la producción estimada las reservas probadas se agotarían en 25 años y con
plantas de ampliación la vida útil de la mina llegaría hasta 35 años (apenas
una generación). En 2014, la nueva propietaria de Las Bambas, Xstrata-Glencore,
decide vender el proyecto al consorcio Chino, liderado por MMG por US$ 7,000
millones e hizo el negocio del siglo. Tres preguntas al respecto: ¿Las
ganancias extraordinarias fueron declaradas en Perú? ¿Fue el precio justo
pagado por los chinos? y ¿Cuánto de dichas ganancias le tocó a Apurímac?
Es
evidente que los niveles de crecimiento de las inversiones en Apurímac de los
últimos años, no se corresponden con los niveles de reducción de la pobreza que
deberían generarse. Ante esta situación, existe una crítica severa al Estado (y
a las empresas que operan en la zona), en especial al funcionamiento y
aplicación de las políticas públicas, pues sus fallas son evidentes, graves, y
enmascaran situaciones inaceptables de injusticia y exclusión social. Pero lo
peor, quizás, es que algunos siguen creyendo que la pobreza es como el cáncer,
que la ciencia todavía no logró descubrir su remedio o que no tiene cura.
Mientras
que los representantes del gobierno sigan con la retórica de que la protesta es
política, promovida por foráneos y anti mineros, sin apenas conocer los reales
problemas de Apurímac, cometen un grave error y las cosas irán de mal en peor.
Por supuesto, hay que dialogar para buscar soluciones a los problemas
ambientales, sociales, laborales, etc. para honrar la palabra, pero sobre todo,
con respeto mutuo. No hay otra opción.
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