Escribe: Carlos Monge.
Usted
es un ecologista declarado, que ha hablado de la necesidad de cuidar nuestra
casa común, que ha escrito la Encíclica Laudato Si, un manifiesto ambientalista
para el siglo XXI. Pues resulta que Madre de Dios es uno de los territorios más
ricos en biodiversidad del Perú y del mundo y es espacio de vida de pueblos
indígenas. Pero está siendo devastado por la minería ilegal del oro. Y hemos
fracasado hasta ahora en todos los intentos de controlar esta actividad.
Quizás
le interese saber que este fracaso se debe a que ha puesto énfasis en dos cosas
que no funcionan. Una, la formalización, cuando en verdad los mineros ilegales
no tienen ningún aliciente para hacerlo pues ella no les ofrece otra actividad
económica que les de los ingresos que esta minería hoy les da. La otra, la
interdicción, pero la represión en un territorio tan extenso solamente genera
el desplazamiento a otro. Ojalá que usted comparta que es urgente explorar
otras alternativas.
Una
alternativa sería, por ejemplo, sancionar a esos empresarios de la banca por la
que circulan los dineros de la minería ilegal; a esos comerciantes de gasolina
que abastecen a las dragas grandes y pequeñas y toda la maquinaria pesada que
se usa en la zona; a esos importadores de esa mismas maquinaria y equipos y de
los insumos químicos que se usan para sacar y procesar el oro; a esos dueños de
fundiciones y empresarios exportadores que lo blanquean y lo exportan.
Le
dirán que hay normas, eso es verdad. Pero hasta ahora no vemos a ningún pez
gordo, a ningún gran banquero, importador, comercializador o exportador, que
haya sido sancionado como se merece. Hábleles. Dígales que eso de “…es más fácil
que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de
los Cielos”, se aplica particularmente a ellos.
Otra
alterativa sería, por ejemplo, hacer algo en serio para mejorar la vida en las
zonas andinas de las que vienen las personas que ven en el oro la posibilidad
de escapar de la pobreza.Le informarán que este es un país de ingresos medios,
que ya entró en la modernidad, que basta ver como hay “shopping plazas” por
todas partes. Pero no se la crea del todo. Seguimos teniendo cantidades y
niveles de pobreza y de desigualdad que son francamente inaceptables.
Y
esto tiene que ver con Madre de Dios pues la enorme mayoría de la gente que ahí
trabaja viene de zonas de extrema pobreza. ¿Lógico no? No es que a la gente le
guste trabajar de sol a sol en un calor infernal, metida hasta el cuello en
aguas llenas de mercurio y cianuro, y expuestos a la violencia de las mafias
que operan en la zona y controlan mucho del negocio.
Entonces,
pregunte usted al Presidente, la Primera Ministra y las autoridades que lo
estarán rodeando, si están haciendo de verdad lo suficiente para acabar con la
pobreza y con la desigualdad. Recuérdeles que usted es sobre todo hincha de San
Francisco de Asís y que él era tan amigo de la naturaleza como enemigo de la explotación
de los trabajadores. Cuénteles que San Francisco de Asís reaccionó muy fuerte
contra los horrores de la acumulación originaria capitalista que le tocó vivir,
y sepa usted que esa súper explotación del trabajo ha pasado a ser una forma
permanente de la acumulación de capital en el Perú. Dele una mirada al video de
jóvenes trabajadores achicharrándose encerrados con candado en containers
metálicos en el centro de Lima.
Una
tercera sería generar alternativas de trabajo e ingresos razonables para aquellas
personas que ya están embarcadas en la minería del oro en Madre de Dios. Acá el
problema es que a diferencia de las chacras de coca que pueden pasar a ser
chacras de otra cosa si el agricultor encuentra buena salida para otros
productos- el minero de oro no se puede reconvertir productivamente en nada en
esas mismas tierras que hoy ocupa. Sucede que la coca no destruye la tierra en
que crece, en cambio la extracción de oro lo que deja son terrenos deforestados
y suelos contaminados de mercurio y cianuro en donde no puede cultivarse nada.
Y todo esto en un ecosistema muy frágil que no puede soportar la presencia de
tanta gente.
Estimado
Papa, pregúntele pues al Presidente, la Primera Ministra y a quienes estarán
atentos a sus palabras, porque no están haciendo algo realmente serio en este
terreno para enfrentar estos problemas. Y reclámeles porque en lugar de
ocuparse de estas cosas, siguen rebajando los estándares y flexibilizando los
procedimientos ambientales para facilitar las grandes inversiones. Porque, sepa
usted, que esas mismas autoridades que los estarán adulando en su visita al
país, están más que dispuestas a sacrificar el medio ambiente y a los
trabajadores para mantener altas las tasas de ganancia de los grandes
inversionistas.
Y
una cosita final. Puede que todo lo anterior le resulte un poco pesado y que no
quiera pelearse con las autoridades peruanas por el medio ambiente y las
condiciones del trabajo. Pero al menos denos un gusto. Tráiganos a ese
pederasta peruano de apellido Figari que tiene usted escondido y protegido en
Roma. Abusó sexualmente de jóvenes que depositaron su fe en él y en esa Iglesia
Católica que usted preside. Le haría mucho bien a su iglesia ponerlo a
disposición de la justicia peruana para que sea juzgado como se merece. Hágase
una Papa Francisco.
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