Escribe: Rosa María Palacios
El
título de esta columna puede confundir. No voy a escribir sobre el condenado
Alberto Fujimori. Tampoco sobre el detenido, sin ser acusado, Ollanta Humala.
Tampoco del buscado por la justicia y hoy prófugo en los Estados Unidos,
Alejandro Toledo. Menos del ex presidente García prisionero de sus palabras y
de los que le callan lo que deberían contar. Todos ellos son, de formas
distintas, prisioneros.
Sin
embargo, nuestro nuevo reo es el presidente en ejercicio. La mayoría
fujimorista en alianza con la izquierda (con la que encuentra, en los extremos,
harta coincidencia) decidió negarle el permiso de salida del país. Kuczynski es
hoy, prisionero del Congreso. Lo era, ya en un sentido político. Lo es hoy en
un sentido físico. No puede abandonar los límites geográficos del Perú. Importa
poco al fujimorismo que las relaciones exteriores del Estado Peruano estén en
juego. No ha concedido permiso al Presidente para ir a la Asamblea General de
Naciones Unidas en donde iba a hablar del tema de Venezuela. Tampoco podrá ir
al Vaticano, en anticipo a la visita del Papa Francisco en enero del próximo
año.
La
doble moral del discurso fujimorista se ha exhibido como nunca en esta semana.
Pueden pegar de gritos contra la dictadura venezolana pero, desde aquí, impiden
el liderazgo del Estado Peruano en encontrar una solución a una crisis política
y humanitaria. Impiden, de la forma más torpe toda investigación de casos de
abuso en el Sodalicio –jugando a ser conservadores – pero impiden que el
presidente visite al papa. No se entiende nada porque ni Keiko Fujimori sabe lo
que quiere. Salvo fregar.
Solo
así se entiende sus asaltos magisteriales de la mano de sus nuevos amigos
cercanos al Movadef. Cuando Pedro Castillo los puso contra la pared con la
derogatoria de la ley de la carrera magisterial, recularon. Pero era tarde. La
política de “todo con tal de vacarlo” sigue en marcha. La tregua terminó y duró
pocas semanas. ¿Cómo entender la frase de ese esmerado vocero del fujimorismo,
Héctor Becerril en el debate del viernes?: “Tenemos un Presidente no solamente
ausente físicamente, tenemos un presidente ausente mentalmente”. ¿Acaso no le
está diciendo loco en su cara pelada?
La
defensa de la bancada PPK fue lo que pudo. Nada se puede contra una mayoría
arrolladora que actúa bajo las ordenes de Ana Vega y Pier Figari, salvo dejar
constancia pública del abuso y de la doble vara. Lo peor es que el Ejecutivo,
desde que llegó en agosto del 2016, se ha esmerado en ponerse de rodillas ante
la prepotencia y la patanería. Su defensa ha sido tan débil, que es
inexistente. Hoy he escuchado al presidente prácticamente rogar que le den
permiso para salir del país. Sí, a estas alturas de gobierno, es claro que la
estrategia genuflexa no sirve. ¿Por qué seguir en ella?
Tal
vez, por la misma razón que un Ministro de Cultura como Salvador del Solar, con
un activismo conocido –no en vano es el director de una película como
“Magallanes”– puede aceptar que la historia puede reescribirse a gusto de sus
opresores de ayer. Por miedo. El presidente no logra salir, por sí mismo –sin
tregariuas concedidas por el enemigo– de este estado de cosas. La cabeza de la
Ministra de Educación, Salud y la de “esa que no sé qué cartera ocupa” están
pedidas por la misma Keiko Fujimori que se dirige al país desde la
clandestinidad de un video. ¿La respuesta del gobierno? La misma.
Tal
vez el ser humano es la única especie tan necia como para creer que haciendo
las cosas de la misma manera se puede obtener un resultado diferente. No hay
forma de que la relación Ejecutivo–Legislativo cambie si no cambia la
estrategia política de Keiko Fujimori o de Pedro Pablo Kuczynski. O la de
ambos. Cuando ella necesitó cambiar por la emergencia de su hermano, el cambio
ocurrió. Pero ya vemos lo poco que ha durado.
¿Y
si de una vez por todas el presidente deja de ser prisionero? ¿Si, por ejemplo,
le recuerda a Keiko Fujimori que el único presidente que abandonó el país con
permiso del Congreso y renunció desde el extranjero fue su propio padre? ¿O ya
no se acuerda? ¿Quién traicionó la confianza del Congreso peruano? Porque por
eso la Constitución ordena pedir permiso ¿verdad? Se considera que el puesto de
mando del presidente es tan importante para la nación que tiene que ser
celosamente asegurado ¿o no?
Una
vez más, Kuczynski tiene la oportunidad de salir ganando, si sale peleando por
intereses de Estado que son superiores a él. Pero, como con el tiempo el burro
no mejora a caballo, veo muy difícil que lo haga. Muerto de miedo, jugándose por
la aprobación de lo menudo, nuestro presidente prisionero en ejercicio, seguirá
agachando la cabeza en el bonito Palacio que ha aceptado por prisión. Su
carcelera verá si le provoca abrirle la puerta. Cuándo, dónde y cómo a ella le
dé su regalada gana.
La
doble moral del discurso fujimorista se ha exhibido como nunca esta semana.
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