En
los últimos días se escucha un argumento que cuestiona la evaluación del
desempeño docente (despido solo si no se aprueba una evaluación después de tres
intentos y tres capacitaciones) sobre la base de apelar a factores como los muy
bajos salarios que reciben, la precariedad de las condiciones en las que
trabajan, los problemas que arrastran sus estudiantes, especialmente en zonas
de extrema pobreza.
Ciertamente
el trabajo de los maestros es muy sacrificado, y merece mucho más apoyo y
reconocimiento. Más todavía, por supuesto, porque de ellos depende, en buena
medida, el futuro del país. Sin embargo, hay cuestiones que no se deben obviar.
Decir que si no mejoran primero las condiciones generales, estructurales del
país poco se puede hacer es de un lado falaz y del otro nos lleva a un
conformismo inaceptable. Y nos encierra en un círculo vicioso: como no se
intenta nada, las cosas no cambian, y como no cambian, no se intenta hacer
nada.
Pero
las cosas sí están cambiando. Como ha mostrado Hugo Ñopo, el salario de los
docentes ha ido recuperándose de una caída dramática, y de una manera muy
importante durante el gobierno del presidente Humala. Además, el gasto público
en el sector educación en su conjunto ha aumentado siguiendo un patrón similar,
llegando a duplicarse en los últimos años. Al mismo tiempo, la implementación
de programas como Juntos o Qali Warma complementan los esfuerzos del sector
educación en las zonas de pobreza.
Estas
y otras mejoras han tenido resultados importantes sobre el rendimiento de los
estudiantes. No olvidemos que las evaluaciones censales realizadas en los
últimos años muestran mejoras: en el periodo 2007-2016, el porcentaje de
estudiantes de segundo grado que alcanzaron niveles satisfactorios de lectura
pasó del 15.9% al 46.4%; en matemáticas, pasó del 7.2% en 2007 al 34.1%. Ahora,
si bien es cierto que las regiones más ricas tienen en general mejores
desempeños que las más pobres (los mayores puntajes en matemáticas y lectura en
segundo de secundaria los tienen Tacna, Moquegua, Arequipa, Callao y Lima
Metropolitana), también lo es que las regiones que más han progresado entre
2015 y 2016 en matemáticas de segundo grado de primaria han sido Ayacucho,
Huancavelica y Apurímac; y en segundo de secundaria, junto a Moquegua y Tacna,
han sido Ayacucho, Arequipa, Junín y Puno. En otras palabras, sí se puede
mejorar y hacer mucho a pesar de enfrentar condiciones adversas.
Otro
elemento para considerar es que las evaluaciones sí se están haciendo y
constituyen una experiencia de la cual aprender para mejorar. El concurso de
nombramiento 2015 tuvo 205,021 postulantes inscritos, y 8,137 resultaron
ganadores de una plaza, ocupándose el 41.4% de las plazas ofertadas (19,631).
Nuevamente,
algunas regiones destacan sobre este promedio: Callao, Ica, Tacna, Lima
Metropolitana o Moquegua, casi todas por encima del 80%, pero también Tumbes
(72%), Lima provincias (66%), o Lambayeque (59%). En el concurso de ascenso a
la segunda escala magisterial de 2016 tuvimos 50,484 maestros evaluados, con
8,506 ganadores de una vacante de ascenso, el 16.8%. Esto muestra que hay ya
cierta experiencia y capacidad para hacer evaluaciones masivas, y también que
es imperativo fortalecer el componente de capacitación a los maestros.
En
suma, gracias a los esfuerzos del Estado y de los maestros las mejoras
importantes se han dado en los últimos años. No se trata de tirar al tacho lo
avanzado, sino de mejorar, aprender desde la experiencia. Otra gran lección que
deja la huelga, por supuesto, es que se debe avanzar de manera más cercana a
los maestros.
No
se trata de tirar al tacho lo avanzado, sino de mejorar, aprender desde la
experiencia.
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