Por: Augusto Álvarez Rodrich |
Más allá del encontrón en la exposición ‘En tu nombre’.
Un riesgo del encontrón del viernes entre el ministro Daniel Urresti y el dirigente del Movadef y abogado de Abimael Guzmán, Manuel Fajardo, es que lo relevante del careo se pierda en la anécdota.
‘En tu nombre’ se titula la exposición que abrió el 12 de diciembre en una galería ubicada en el sótano de una cebichería del centro de Lima, que incluyó obras de dirigentes de Sendero Luminoso que cumplen condena, como Elena Iparraguirre.
El arte constituye, para gente como un preso, con mucho tiempo libre y que necesita ocupar su mente en algo positivo, un factor valioso para sobrellevar la carcelería y, en algunos, hasta para rehabilitarse.
Se practica en muchos penales. Alberto Fujimori, por ejemplo, pinta cuadros que han sido difundidos en varios medios de comunicación.
La utilidad de estas experiencias la he constatado directamente en algunos penales donde se desarrollan estos proyectos que fueron instaurados por el padre Hubert Lanssiers, y cuyas obras se exponen, entre otros sitios, en diciembre de cada año en el ICPNA de Miraflores.
La invitación a ‘En tu nombre’ la recibí el lunes pasado en mi oficina de Latina. La revisé con mi equipo y decidimos que sería interesante que un reportero se dé una vuelta para ver de qué se trataba. No era una noticia muy caliente que digamos, hasta que, en la mañana del viernes, el ministro Urresti irrumpió como una tromba en la cebichería sin licencia donde se realizaba la exposición.
Hasta donde he visto las obras de la exposición ‘En tu nombre’, no se puede decir que sea un caso de apología al terrorismo, pues no se percibe en las mismas una convocatoria ni un llamado a la insurrección.
Por supuesto que a los peruanos nos indigna cualquier grupo asociado a Sendero Luminoso –y, sin duda, Movadef lo está–, pero por encima de eso, pues es la manera más eficaz e inteligente de combatir al terrorismo, está el respeto al estado de derecho, el apego a la legalidad, y el principio de la libertad de expresión. Ya deberíamos haberlo aprendido.
Mientras un juez no concluya que hay un caso de apología al terrorismo –y no olvidemos que el gobierno actual hizo un papelón tremendo con las capturas chambonas que hace unos meses hizo de la dirigencia del Movadef–, no se debe permitir estas acciones lamentables como la del viernes, que más parecen apologías al urrestismo que promueve un gobierno inexperto que no sabe –¿o sí?– en lo que se está metiendo al avalar las bravuconadas de un ministro Frankenstein a quien ni el Presidente ni la Premier pueden controlar –ni despedir– sin sufrir una pérdida de popularidad del gobierno pero a costa de mellar algo muy importante como el fundamento democrático del régimen.
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