Por: Heraclio
Bonilla Karen Spalding
De
1821 a 1971 son 150 años desde que el Perú rompió los lazos políticos que lo
ligaron a la metrópoli española. Pero esta ruptura política, conseguida por la decidida
y eficaz intervención de los ejércitos del Sur (San Martín) y del Norte
(Bolívar) no significó en manera alguna la quiebra del ordenamiento económico y
social de carácter colonial que continuó vigente hasta el ocaso del siglo XIX.
Por el contrario, la persistencia de esta situación colonial facilitó y más
tarde consolidó la nueva orientación de la economía peruana, cuando ella
ingresó en el espacio dominado por Inglaterra. La Independencia política de
España dejó, pues, intactos los fundamentos mismos de la sociedad peruana, que
se habían desarrollado y cristalizado a lo largo de 300 años de vida colonial.
En el contexto internacional la Independencia de la metrópoli española aceleró
un proceso que había comenzado desde la segunda mitad del siglo XVIII: la
dominación efectiva de Inglaterra, la nueva potencia del mundo.
Para
el historiador, que examina el pasado para comprender y explicar el presente y
que observa el presente para interrogar el pasado, la situación descrita líneas
arriba invita a más de una reflexión. La cuestión principal es, precisamente,
por qué la independencia no provocó un cambio real y significativo de la
situación colonial. Tal vez una respuesta anticipada se pueda encontrar en la
independencia misma -como proceso- que, en el caso del Perú, como es bien
conocido pero pudorosamente encubierto, fue conseguida por los ejércitos
aliados de fuera. Es decir una Independencia concedida más que obtenida. Ni la
sólida organización defensiva impuesta por el virrey Abascal, ni las conspiraciones
anteriores, ni las prédicas en favor de la emancipación lanzadas por algunos
ideólogos criollos pueden desmentir o atenuar esta afirmación. Tanto la acción
como la prédica fueron hechos de minorías, de hombres aislados.
En
estos 150 años de vida republicana, por otra parte, se ha asistido al
nacimiento y expansión de una nutrida bibliografía sobre la Emancipación y la
Independencia. Sería un esfuerzo vano intentar buscar en ella una respuesta a
la cuestión planteada hace un momento. Toda historia responde a las inquietudes
del presente y refleja la ideología de quienes la escriben. Aquella
historiografía, que por razones de comodidad la denominaremos en adelante
tradicional, contribuyó más bien al surgimiento y a la difusión de un
prodigioso mito. Este mito, montado sobre bases deleznables, es el que se
trasmite corrientemente en los manuales escolares y en los textos
universitarios. Su función: legitimar el
presente
a través de la manipulación del pasado; intentar fundar, inapropiadamente, las
bases históricas de la nacionalidad peruana e impedir la crítica histórica de
los problemas del presente.
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