jueves, 2 de junio de 2022

Estupidización de las masas

 


Escribe: Herbert Mujica Rojas

La crónica diaria da cuenta de múltiples ciudadanos muertos a balazos en enfrentamientos o ajustes de cuentas en cualquier zona de Lima. ¿Caen aquellos en marchas de protesta por el obsequio cotidiano que hacen malos gobiernos de su patrimonio o riquezas naturales? ¡No, de ninguna manera! El asunto pasa por un palurdísimo enfrentamiento de bandas que, como en el Chicago de los 20, sorteaban sus diferencias ¡a balazo limpio! La estupidización de las masas es todo lo contrario a su rebelión, aquella que Ortega y Gasset, describió en un libro sobresaliente.

El terrorismo violentista cerró, desde años atrás, el círculo de mudez y silencio en las masas aterrorizadas por muertes subitáneas, explosiones por doquier, crímenes insólitos, víctimas de todo jaez, hombres, mujeres, niños y hasta mascotas.

¿Cómo puede aceptar el país que unos adolescentes usen armas de fuego, anden por las calles esparciendo el terror que sus artefactos dan y ejerciendo el insano propósito de buscar víctimas a quienes incrustar sus balas?

Una pregunta sencilla: ¿cuántas instituciones se preocupan de este fenómeno urbano que cobra vidas a cada rato? De repente, como las organizaciones de nuevos gángsteres y sus gerencias, sólo se ocupan de temas rentables y que dan dólares o euros, vía tallercitos, fórums y folletería mal hecha, este acápite de que son protagonistas elementos del más bajo nivel, no es interesante y tampoco da recursos, por tanto es deleznable.

¡Y que sigan las balaceras! Hasta que uno de estos plomos nos acerque trágicamente a los sucesos. Tan ocupados están de dar explicaciones y análisis a mil otras cosas, que si los del bajo pueblo se trenzan con revólveres o pistolas, no es un capítulo que pueda conmoverles porque NO trae dinero fresco y a la mano.

En los años 30, el país entero remecía en sus calles y plazas el enfrentamiento de grupos sociales que tenían por banderas el antimperialismo, la nacionalización de tierras e industrias, la protección de los recursos patrios, el nacionalismo como bandera de insurrección perenne y no pocas veces las colisiones fueron violentas, parte de esa violencia institucional en que vive Perú desde el mismísimo 1821 con la independencia de los hijos de los españoles que dejó en su sempiterna esclavitud a vastos sectores mayoritarios del Perú genuino. Acaso, aquello tenía licencia por la justicia de sus ambiciones.

La estupidización de las masas tiene formas y variantes, se usa siempre a través de los miedos de comunicación que obedecen sólo lo que las empresas pagan, normalmente para obtener silencio acrítico, mudez cómplice, aborregamiento masivo e idiotez sempiterna.

 

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