Inti
Raymi (en quechua ‘fiesta del sol’), antiguamente llamada Wawa Inti Raymi
(fiesta del niño sol), es una ceremonia incaica y andina celebrada en honor de
Inti (el Dios sol), que se realiza cada solsticio de invierno (24 de junio, en
el hemisferio sur). Los actuales pobladores de los países andinos, con la
presencia de visitantes nacionales y extranjeros, continúan realizando esta
tradición, ahora considerada una ceremonia de interés turístico.
Al
tratarse de una tradición inca, el Inti Raymi se mantiene como un rito para
muchas otras comunidades indígenas de legado incaico, algunas de las cuales
están asentadas en otras partes del antiguo territorio inca, como en Ecuador,
Colombia, Perú, norte argentino (Jujuy) y Bolivia.
Durante
la época de los Incas, el Wawa Inti Raymi fue instituido por el inca Pachacútec
en la década de 1430 D.C, como parte de su reorganización
político-administrativa del estado inca, y era un ritual para legitimar el
control imperial sobre los pueblos sometidos.
El
Raymi del solsticio de invierno era uno de los dos mayores festivales celebrados
en honor al sol en el Cusco. El otro festival era el Capaq Inti Raymi, (fiesta
del gran sol) celebrado por los Incas en el solsticio de verano en el
hemisferio sur (21 de diciembre). Según relata el mestizo peruano Inca
Garcilaso de la Vega (1539-1616), el Wawa Inti Raymi significaba que el dios
Sol renacía para dar inicio a un nuevo ciclo anual, el "tiempo circular
inca" (debido a que no concebían el tiempo como lineal sino como un
círculo cronológico) así como el origen mítico del Inca, quien fue enviado por
el Sol (como dios ordenador de las acciones de las poblaciones del antiguo
mundo). Su celebración duraba 15 días, en los cuales había danzas, ceremonias y
sacrificios. El último Wawa Inti Raymi con la presencia del Inca fue realizado
a partir del 21 de junio de 1535.
En
1572 el virrey Francisco Álvarez de Toledo (1515-1584) prohibió esta fiesta
(junto con las demás principales celebraciones originarias) por considerarla
una ceremonia pagana y contraria a la fe católica. Se siguió realizando de
manera clandestina, como protesta a la "extirpación de idolatrías"
En
1944, el intelectual y artista mestizo cuzqueño Faustino Espinoza Navarro
compuso una reconstrucción histórica del Wawa Inti Raymi para atraer el flujo
turístico al Cusco y como parte de la semana de esta ciudad, la cual incluye el
Corpus Christi. Se optó por cambiar la fecha original (solsticio del 21 de
junio) por el 24 del mismo mes, ya que en el gobierno del presidente A. Leguía
se había decretado esta fecha como el "Día del Indio". Además, el 24
de junio es la festividad de San Juan, lo cual representaba un día no laborable
y por tanto facilitaba la presencia del público. La reconstrucción se basa en
la crónica de Garcilaso de la Vega y sólo se refiere a la ceremonia
político-religiosa. Desde esa fecha en adelante (año 1944), la ceremonia vuelve
a ser un evento público y de gran atractivo turístico.
Aunque
hoy conocemos a esta celebración con su nombre quechua de Inti Raymi, en
realidad se trata de una festividad común a muchos pueblos prehispánicos de los
Andes, y que seguramente precede con mucho a la formación del Imperio incaico.
El
Inti Raymi aún se celebra como rito sincrético en muchas comunidades andinas.
En el callejón ínter-andino septentrional del Ecuador, por ejemplo, el conjunto
de festividades relacionadas abarca todo el mes de junio y parte de julio,
teniendo cada ciudad sus propios ritos y costumbres, y llegando a paralizarse
la vida cotidiana como efecto de las celebraciones, que toman las avenidas
noche y día.
HISTORIA
,
festividad del Haucaycuzqui, séptimo mes del calendario inca, según el cronista
peruano Guamán Poma (1565-1644).
En
la época de los incas, el Inti Raymi se realizaba en la plaza Huacaypata (hoy
Plaza Mayor del Cusco), con la asistencia de la totalidad de la población de
la urbe, tal vez unas cien mil personas. Con la llegada de los españoles, fue
suprimida.
En
el solsticio de invierno sucede el día más corto y la noche más larga del año.
Durante la época incaica, ese hecho revestía fundamental importancia, pues era
el punto de partida del nuevo año, que se asociaba con los orígenes de la
propia etnia inca. Garcilaso de la Vega nos dice que era ésta la principal
fiesta y a ella concurrían «los curacas, señores de vasallos, de todo el
imperio [...] con sus mayores galas e invenciones que podían haber». Por lo
tanto, era también una festividad con alto contenido político porque legitimaba
la sujeción de los pueblos sometidos al estado inca. Así, los representantes de
los pueblos conquistados reiteraban su lealtad al emperador.
La
preparación de la festividad era estricta, pues en los previos «tres días no se
comía sino un poco de maíz blanco, crudo, y unas pocas de yerbas que llaman
chúcam y agua pura. En todo este tiempo no encendían fuego en toda la ciudad y
se abstenían de dormir con sus mujeres». Para la ceremonia misma, las vírgenes
del Sol preparaban unos panecillos de maíz.
Ese
día, el soberano y sus parientes esperaban descalzos la salida del sol en la
plaza. Puestos en cuclillas («que entre estos indios es tanto como ponerse de
rodillas», aclara el cronista), con los brazos abiertos y dando besos al aire,
recibían al astro rey. Entonces el inca, con dos vasos de madera (el kero era
de madera, no de oro, ellos asimilaron este vaso ceremonial de la cultura
Tiahuanaco), brindaba la chicha de jora: del vaso que mantenía en la mano
izquierda bebían sus parientes; el de la derecha era derramado y vertido en un
tinajón de oro.
Después
todos iban al Coricancha y adoraban al sol. Los curacas entregaban las ofrendas
que habían traído de sus tierras y luego el cortejo volvía a la plaza, donde se
realizaba el masivo sacrificio del ganado ante el fuego nuevo que se encendía
utilizando como espejo el brazalete de oro del sacerdote principal. La carne de
los animales era repartida entre todos los presentes, así como una gran
cantidad de chicha, con la que los festejos continuaban durante los siguientes
días.
REPRESENTACIÓN CONTEMPORÁNEA
En
el Cusco de hoy, la antigua capital del Tawantinsuyo y ciudad internacional, el
Inti Raymi, como no podía ser de otro modo, tiene un carácter ceremonial y
también una motivación costumbrista, un espectáculo dirigido tanto a los
turistas como a los propios cusqueños, para quienes es un punto de referencia
entre el pasado glorioso, un progresista presente y un futuro auspicioso. Por
esto último concita tanto entusiasmo y participación masiva.
La
representación, en la que intervienen miles de personas, empieza frente al
Coricancha, donde un Inca ficticio realiza una invocación al Sol. Los
espectadores, entre tanto, esperan en la explanada de Sacsayhuamán, hacia la
que el cortejo se desplaza de inmediato. Éste ingresa al escenario llevando al
inca en su litera por grupos que representan a los pobladores de los cuatro
suyos. Después se procede al sacrificio de una alpaca y el inca invoca a su
padre el Sol.
La
nueva versión del Inti Raymi nace por iniciativa de Humberto Vidal Unda. El
guion de la representación lo escribió en quechua Faustino Espinoza Navarro,
quien durante muchos años también representó el papel de inca. Los
participantes toman muy en serio su papel y el espectáculo es un derroche de
colorido, música y danzas.
Con
más de setenta años de existencia, el nuevo Inti Raymi es ahora parte
inseparable de la vida del Cusco. No sólo es el acto central del mes de junio
en la ciudad, sino que su fama ha trascendido las fronteras peruanas y también,
dentro de ellas, ha sido el ejemplo para otros festivales de la identidad
nacional, como el Cóndor Raymi.
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