- Es considerado como el último gran indigenista de la pintura peruana, nació en Contumazá en 1916. Falleció la mañana del viernes 07 de abril (2017) en Cajamarca a los 101 años de edad.
Nacido
en Contumazá en 1916, Andrés estudió dibujo y pintura en la Escuela Nacional de
Bellas Artes, cuyo director era por entonces José Sabogal. En 1965 fue llamado
para dirigir la Casa de la Cultura, luego Instituto Nacional de Cultura (INC),
cargo que renunció después de 17 años consecutivos, periodo en el cual realizó
importantes obras a favor de la cultura de Cajamarca como lograr la
denominación de Cajamarca Patrimonio Histórico y Cultural de las Américas.
Entre
su producción como escritor destacan sus obras "Cuentos del Tío
Lino", "Boceto Biográfico del Pintor Mario Urteaga" y el libro
"Tres Pintores Cajamarquinos".
Zevallos
de la Puente es considerado como el último gran indigenista de la pintura
peruana. Sus obras pictóricas se encuentran en colecciones públicas y privadas
de España, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Canadá, Japón,
Noruega y en Cajamarca, existe una sala dedicada íntegramente a sus obras, en
las instalaciones del INC.
En
setiembre del año pasado, el Gobierno Regional rindió homenaje al maestro en el
centenario de su nacimiento, con el concurso internacional de pintura que lleva
su nombre.
Los
restos del artista nacional fueron velados en el Centro Monumental de Belén.
TRES DÍAS DE DUELO
La
Municipalidad Provincial y el Gobierno Regional de Cajamarca, declararon tres
días de duelo por el lamentable fallecimiento del gran pintor indigenista,
Andrés Zevallos de la Puente.
La
disposición fue implementada por todas las instituciones públicas y privadas
hasta el 09 de abril. En esos días, las entidades izaron la bandera nacional a
media asta como señal de duelo por el lamentable suceso.
El
gran pintor cajamarquino, Andrés Zevallos, pertenece a la escuela indigenista.
Su amor por el arte recibió la influencia de otros maestros de la plástica como
Bagate, Mario Urteaga Alvarado y José Sabogal Diéguez.
Por
su trayectoria también recibió la Orden del Sol Naciente, Rayo de Oro y Plata
por el gobierno de Japón. Además, fue profesor honorario de la Universidad
Ricardo Palma, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cajamarca, entre
otros méritos.
Semblanza del Tío Lino
Se
conoce como el “Tío Lino”, a la persona de Lino León, natural del caserío de
Cosiete, distrito y provincia de Contumazá, región Cajamarca.
Éste
simpático personaje, vivió hace mucho tiempo en el mencionado contexto y era
conocido por su astucia y creatividad para narrar sus cuentos a grandes y
chicos.
El
“Tío Lino”, que así le llamaban sus más asiduos oyentes, narraba sus cuentos en
las horas de descanso de las mingas en la chacra y, cuando iba al “Pueblo”
(capital de la Provincia), reunía gran cantidad de gente al costado del templo,
las que quedaban maravilladas con sus narraciones.
La
descripción más cercana que se tiene del Tío Lino es que era un personaje
enjuto, de regular estatura, usaba sombrero, poncho y llevaba consigo su
infaltable machete. Asimismo su rostro reflejaba siempre una sonrisa de buen
humor que se escondía entre su tupida
barba.
La
esposa del Tío Lino, fue la Tía Chuspe, mujer campesina también, que compartía
el diario convivir con nuestro personaje.
A
continuación publicamos tres de sus famosos cuentos:
EL CHORRO SALVADOR
Cierta
vez, el Tío Lino fue a la Pampa de Cascabamba a cuidar su ganado. Cuando estaba
realizando las labores de pastaje, se apareció un toro bravo, el que, al notar
la presencia del Tío, se enfureció, y botando polvo con las patas delanteras,
bufando fuertemente, se le abalanzó en
feroz carrera.
El
Tío Lino, con su sombrero en una mano y su poncho en la otra, corrió como
venado para salvar su vida. El toro se acercaba peligrosamente y el Tío corría
por la pampa. Como no tenía otra salida, se dirigió hacia unas peñas que divisó
a la lejos. Al llegar allí, se vio
acorralado entre las rocas y el toro; y observó que a un lado de donde se
encontraba había un gran chorro de agua
que bajaba desde la cima. De inmediato, el Tío Lino trepó por el chorro,
y llegando a la cima, se puso a buen recaudo.
El
toro, que se había quedado sorprendido mirando la singular escena, reaccionó
y empezó a trepar también por el chorro
de agua para alcanzar a su presa. El Tío Lino, para salvarse de su enemigo, y,
al no haber otra posibilidad, sacó su filudo
machete y de un tajo trozó al chorro de agua, haciendo caer al toro al
suelo, el que emprendió veloz retirada.
Es
así como el tío Lino salva del toro bravo, gracias a su astucia y al chorro de
agua.
LA VARA MÁGICA
Salía
por la cuesta de Cosiete el Tío Lino, dirigiéndose a Contumazá. El camino
estaba enfangado porque la noche anterior había llovido a cántaros.
Para
ayudarse en el paso, el Tío quiebra una
pequeña vara de un árbol de Aliso y lo usa como bastón.
Cuando
llega a Curipampa, se encuentra con un buen amigo e inician una entretenida
parla, rememorando los viejos tiempos y acordándose de las vivencias de la juventud. El Tío, apoyado sobre el bastón de
aliso, narra también algunas de sus aventuras fantásticas a su interlocutor.
Momentos
después, cansados ya de la tertulia, se despiden y deciden continuar su camino,
pero ¡oh, sorpresa!, al tratar de mover el bastón, ya no se podía, pues a éste le habían crecido raíces, fijándose en
el suelo.
Para
salir del apuro, tuvieron que prestar un hacha en una casa cercana y derribar
el bastón, para que el Tío Lino continúe
-silbando de alegría- su camino hacia el pueblo.
EL GALLO FOFOROFO
El
Tío Lino tenía un hermoso gallo, al que había puesto de nombre “Foforofo”,
porque cuando cantaba en las madrugadas, para despertar al Tío, su canto se
escuchaba ‘Foforofooooooooo!
Cierto
día, el Tío Lino se despertó tarde sin haber escuchado el canto de su gallito.
Saltó de la cama y corrió al corral donde pasaba la noche y no lo encontró,
sólo algunas plumas de su colita estaban tiradas por el suelo.
-¡El
zorro maldiciau!-dijo el Tío.
No
esperó a tomar el caldo, y cogiendo su escopeta, salió en busca del zorro con
la esperanza de hallar vivo a su gallo, pues él sabía que el “Foforofo” era un
gallo muy astuto.
Pasó
por cerros y montes tupidos y no halló nada. De pronto, a lo lejos, por una
quebrada, se escuchó el cantito ¡Foforoooooofoooooo!
-¡Ahí
está!-dijo el Tío, dirigiéndose en la dirección del canto de su gallo.
Sigilosamente,
se aproximó y observó que, debajo de un árbol, con la panza llena, descansaba
el zorro; y, cuando el gallito sacó la cabeza por debajo de la cola del animal,
el Tío le hizo señas para que estuviera callado y con su escopeta lanzó un tiro
al aire.
El
zorro, con el susto y la fuerza que
hizo, expulsó por el trasero al gallito que salió batiendo sus alas a reunirse
con su amo.
Al
otro día, en la madrugada, el Tío se alegró al escuchar el canto de su gallito,
que desde el corral lo despertaba con su son: ¡Foforoooofooooo!
Fuente: Unión Hispanomundial de Escritores
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