domingo, 7 de mayo de 2017

Fallece pintor y escritor contumacino Andrés Zevallos de la Puente









  • Es considerado como el último gran indigenista de la pintura peruana, nació en Contumazá en 1916.  Falleció la mañana del viernes 07 de abril (2017) en Cajamarca a los 101 años de edad.

Nacido en Contumazá en 1916, Andrés estudió dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, cuyo director era por entonces José Sabogal. En 1965 fue llamado para dirigir la Casa de la Cultura, luego Instituto Nacional de Cultura (INC), cargo que renunció después de 17 años consecutivos, periodo en el cual realizó importantes obras a favor de la cultura de Cajamarca como lograr la denominación de Cajamarca Patrimonio Histórico y Cultural de las Américas.
Entre su producción como escritor destacan sus obras "Cuentos del Tío Lino", "Boceto Biográfico del Pintor Mario Urteaga" y el libro "Tres Pintores Cajamarquinos".
Zevallos de la Puente es considerado como el último gran indigenista de la pintura peruana. Sus obras pictóricas se encuentran en colecciones públicas y privadas de España, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Canadá, Japón, Noruega y en Cajamarca, existe una sala dedicada íntegramente a sus obras, en las instalaciones del INC.
En setiembre del año pasado, el Gobierno Regional rindió homenaje al maestro en el centenario de su nacimiento, con el concurso internacional de pintura que lleva su nombre.
Los restos del artista nacional fueron velados en el Centro Monumental de Belén.        
TRES DÍAS DE DUELO
La Municipalidad Provincial y el Gobierno Regional de Cajamarca, declararon tres días de duelo por el lamentable fallecimiento del gran pintor indigenista, Andrés Zevallos de la Puente.
La disposición fue implementada por todas las instituciones públicas y privadas hasta el 09 de abril. En esos días, las entidades izaron la bandera nacional a media asta como señal de duelo por el lamentable suceso.
El gran pintor cajamarquino, Andrés Zevallos, pertenece a la escuela indigenista. Su amor por el arte recibió la influencia de otros maestros de la plástica como Bagate, Mario Urteaga Alvarado y José Sabogal Diéguez.
Por su trayectoria también recibió la Orden del Sol Naciente, Rayo de Oro y Plata por el gobierno de Japón. Además, fue profesor honorario de la Universidad Ricardo Palma, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cajamarca, entre otros méritos.
Semblanza del Tío Lino
Se conoce como el “Tío Lino”, a la persona de Lino León, natural del caserío de Cosiete, distrito y provincia de Contumazá, región Cajamarca.
Éste simpático personaje, vivió hace mucho tiempo en el mencionado contexto y era conocido por su astucia y creatividad para narrar sus cuentos a grandes y chicos.
El “Tío Lino”, que así le llamaban sus más asiduos oyentes, narraba sus cuentos en las horas de descanso de las mingas en la chacra y, cuando iba al “Pueblo” (capital de la Provincia), reunía gran cantidad de gente al costado del templo, las que quedaban maravilladas con sus narraciones.
La descripción más cercana que se tiene del Tío Lino es que era un personaje enjuto, de regular estatura, usaba sombrero, poncho y llevaba consigo su infaltable machete. Asimismo su rostro reflejaba siempre una sonrisa de buen humor que se escondía entre  su tupida barba.
La esposa del Tío Lino, fue la Tía Chuspe, mujer campesina también, que compartía el diario convivir con nuestro personaje.
A continuación publicamos tres de sus famosos cuentos:
EL CHORRO SALVADOR
Cierta vez, el Tío Lino fue a la Pampa de Cascabamba a cuidar su ganado. Cuando estaba realizando las labores de pastaje, se apareció un toro bravo, el que, al notar la presencia del Tío, se enfureció, y botando polvo con las patas delanteras, bufando fuertemente, se le abalanzó  en feroz carrera.
El Tío Lino, con su sombrero en una mano y su poncho en la otra, corrió como venado para salvar su vida. El toro se acercaba peligrosamente y el Tío corría por la pampa. Como no tenía otra salida, se dirigió hacia unas peñas que divisó a la lejos. Al llegar allí,  se vio acorralado entre las rocas y el toro; y observó que a un lado de donde se encontraba había un gran chorro de agua  que bajaba desde la cima. De inmediato, el Tío Lino trepó por el chorro, y llegando a la cima, se puso a buen recaudo.
El toro, que se había quedado sorprendido mirando la singular escena, reaccionó y  empezó a trepar también por el chorro de agua para alcanzar a su presa. El Tío Lino, para salvarse de su enemigo, y, al no haber otra posibilidad, sacó su filudo  machete y de un tajo trozó al chorro de agua, haciendo caer al toro al suelo, el que emprendió veloz retirada.
Es así como el tío Lino salva del toro bravo, gracias a su astucia y al chorro de agua.
LA VARA MÁGICA
Salía por la cuesta de Cosiete el Tío Lino, dirigiéndose a Contumazá. El camino estaba enfangado porque la noche anterior había llovido a cántaros.
Para ayudarse  en el paso, el Tío quiebra una pequeña vara de un árbol de Aliso y lo usa como bastón.
Cuando llega a Curipampa, se encuentra con un buen amigo e inician una entretenida parla, rememorando los viejos tiempos y acordándose de las vivencias de la  juventud. El Tío, apoyado sobre el bastón de aliso, narra también algunas de sus aventuras fantásticas a su interlocutor.
Momentos después, cansados ya de la tertulia, se despiden y deciden continuar su camino, pero ¡oh, sorpresa!, al tratar de mover el bastón, ya no se podía, pues a  éste le habían crecido raíces, fijándose en el suelo.
Para salir del apuro, tuvieron que prestar un hacha en una casa cercana y derribar el bastón, para que el Tío Lino continúe       -silbando de alegría- su camino hacia el pueblo.
EL GALLO FOFOROFO
El Tío Lino tenía un hermoso gallo, al que había puesto de nombre “Foforofo”, porque cuando cantaba en las madrugadas, para despertar al Tío, su canto se escuchaba ‘Foforofooooooooo!
Cierto día, el Tío Lino se despertó tarde sin haber escuchado el canto de su gallito. Saltó de la cama y corrió al corral donde pasaba la noche y no lo encontró, sólo algunas plumas de su colita estaban tiradas por el suelo.
-¡El zorro maldiciau!-dijo el Tío.
No esperó a tomar el caldo, y cogiendo su escopeta, salió en busca del zorro con la esperanza de hallar vivo a su gallo, pues él sabía que el “Foforofo” era un gallo muy astuto.
Pasó por cerros y montes tupidos y no halló nada. De pronto, a lo lejos, por una quebrada, se escuchó el cantito ¡Foforoooooofoooooo!
-¡Ahí está!-dijo el Tío, dirigiéndose en la dirección del canto de su gallo.
Sigilosamente, se aproximó y observó que, debajo de un árbol, con la panza llena, descansaba el zorro; y, cuando el gallito sacó la cabeza por debajo de la cola del animal, el Tío le hizo señas para que estuviera callado y con su escopeta lanzó un tiro al aire.
El zorro, con el susto  y la fuerza que hizo, expulsó por el trasero al gallito que salió batiendo sus alas a reunirse con su amo.
Al otro día, en la madrugada, el Tío se alegró al escuchar el canto de su gallito, que desde el corral lo despertaba con su son: ¡Foforoooofooooo!
Fuente: Unión Hispanomundial de Escritores
 











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