Lima,
14 de Febrero del 2017
Señora:
BLANCA TORRES DÍAZ
El
Cielo.-
Mi
más grande amor
Blanquita,
hoy hace exactamente un año que estás en el cielo, junto a Dios. Andresito -tu
bisnieto engreído que hoy tiene dos años y al que todos queremos- también lo
sabe y cuando le pregunto por ti alza la mirada sonriente y me señala tu nueva
morada. Por eso es que te escribo esta carta a tu nueva dirección y le rogaré
al Señor que, a través de sus ángeles, te la entreguen inmediatamente.
Empezaré
esta misiva informándote que me siento muy apenado por tu ausencia. Tú más que
nadie conoces mi corazón y sabes que detrás de mi rostro duro y mi sonrisa
triste hay un velorio de llanto silencioso que será eterno por tu partida.
Que
día tan especial escogiste mamá para dejarnos: El 14 de Febrero, el Día del
Amor, ¿por qué lo hiciste? ¿Quizá quisiste que jamás nos olvidemos la fecha en
que dejaste este mundo para reunirte con el Señor?
No
sé por qué elegiste ese día tan tierno en el que los enamorados dicen y
escriben poemas románticos para conquistar o profesar ese afecto tan especial al
ser amado. Ese día donde el amor a la familia y la amistad afloran con expresiones y actos llenos de
comprensión y ternura. Ese día en que
las flores y las rosas arrancan sonrisas y conquistan corazones con su
hermosura y fragancia. Ese día en que con respeto se estrechan las manos, y con
cariño se palmotea la espalda de la
humanidad en nombre de la amistad.
Ese
día en que los parques con buen talante ofrecen
su sombra, sus fuentes, estatuas y sus flores a los enamorados que se besan
apasionadamente ante los ojos del mundo sin importarles el qué dirán.
¿Por
qué ese día en que cada hogar se recoge para fortalecer los lazos del amor?
¿Madre mía, acaso ese día sufriste mucho los dolores de tu enfermedad y Jehová
compadecido te llevó al cielo para festejar junto a los ángeles el Día del
Amor?
Te
fuiste madrecita y me alegra que vivas en el cielo donde no existe dolor ni
sufrimiento, pero también siento una tristeza inmensa porque sé que jamás te
volveremos a ver los que te amamos. Y para
consolarme recreo en mi memoria tu imagen y los momentos más felices de mi
vida, aquellos que viví junto a ti.
Te
recuerdo joven, linda, fuerte, valiente y trabajadora. Muy preocupada por
nuestra alimentación y salud cuando éramos niños. Porque tú fuiste madre y padre a la vez, después que falleció
papá cuando yo tenía cuatro años.
Qué
fortaleza para criarnos y educarnos. Qué
carácter y sabiduría para hacer de nosotros -tus hijos- ciudadanos de bien.
Sólo con tu trabajo abnegado forjaste una familia digna y respetable. Dejaste
nietos y bisnietos y todos te amamos y
veneramos por tu infinito amor y bondad hacia nosotros y al prójimo.
Blanquita,
para mi fuiste la mejor madre del mundo. Así lo entendió Dios, por eso te dio
larga vida -86 años- y luego te llevó al cielo, junto a él.
Gracias
madrecita, por darme la vida, por enseñarme el lenguaje, por alimentarme,
cuidarme y educarme. Gracias por tu amor puro y sagrado -me amaste a tu manera
y entendí ese amor incomparable. Gracias por tu ayuda invalorable sin la cual
quizás no hubiese logrado algunas metas.
Gracias
por enseñarme a amar y respetar a Dios sobre todas las cosas. Por haber escogido un hermoso pueblo para
parirme y darme buena crianza. Por los años que viví junto a ti con mis
hermanos, lo mejor que tuve en mi vida a pesar del dolor que nos causaba la
pobreza. Gracias madrecita.
Quiero
terminar esta carta pidiéndote perdón por no haber querido ver tu cuerpo inerte
en ese frío ataúd. Te dejé con vida y me despediste sonriente con un beso
-hacía pocos días- y quise quedarme con esa imagen tuya llena de amor y
ternura.
Para
mí nos has muerto, Dios te llevó al cielo. Allá nada te faltará, menos el
verdadero amor que es escaso acá en la tierra y, generalmente, lo tienen las
madres como tú para sus hijos. Pídele al Señor -que tanto te quiere Blanquita-
bendiciones para nuestra familia y para tus amiguitas que siempre me hablan de
ti con nostalgia y cariño.
Saludos
para Jehová, Jesús, los ángeles, los apóstoles y para todas las almas buenas
que te acompañan en el cielo. Te ama y extraña tu Eloy.
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