Por: Herbert Mujica Rojas
No hay política de principios doctrinarios, ideológicos o de cualquier
especie en los temas de plagio, copias, abusos contra la razón, dislates y
falta de escrúpulos, que ostenta con descaro el candidato César Acuña.
Desconocedor éste de cualquier límite, cree en el dinero como llave
imprescindible para torcer voluntades, comprar conciencias y desdeñar toda
ética.
No hesita Acuña en tocar las delicadas fibras que venden conciencias,
prestan intelectos, alquilan activismos, rentan prestigios ¿a cambio de qué?
Reza el dicho popular: no hay lonche gratis.
Este grosero asunto de sus presuntos plagios y copias no puede ser parte
de una discusión “política”. Quienes así lo proclaman incurren en falsedad
porque ¡lo que es peor!, saben perfectamente que la mentira tiene patas cortas
y que Acuña dice cualquier cosa hoy para desdecirse mañana. Que los adláteres
se comporten con disciplinada voz áulica, tiene más que ver con los términos
del contrato que con la imprescindible moral que deben exhibir los personajes
públicos.
Pero la moral pública, la única que debe subsistir imbatible para la
supervivencia real de una nación, por lo menos en Perú, casi siempre es
derrotada sin ambages y se asienta la estafa, el dolo, la delincuencia de
cuello y corbata y el regalo de la Patria y sus recursos energéticos y humanos
en porciones jugosas que sólo dan rentas a los capituleros que las negocian una
vez arriba en los goznes de la administración del Estado.
La inmoralidad en Perú y el robo en la cosa pública no nace, como dicen
no pocos estúpidos, con Montesinos y el gobierno de Fujimori, adviene desde
cuando los españoles y el trío llegó con su sesgo “civilizador” y “superior” al
entonces Imperio Incaico, Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de
Luque. La expoliación arranca así inmisericorde e indiscriminada bajo la
aureola de un rey lejano y arropada en el manto de una religión extraña que
casi 500 años después continúa impávida en su puesto de influencia y ¡sin pagar
impuestos, como lo hace todo el resto!
Que Acuña y gonfaloneros carecen de límites es una verdad de esas que no
necesitan de mucha ilustración para notarla en su potencia destructora. Verbi
gracia, el publicista Luis Favre, no hesitó, copiando otro video, en hacer un
parangón entre su líder y patrón laboral, César Acuña y Martin Luther King y en
las últimas 48 horas Perú fue noticiado del asunto. ¿Sabía el candidato acerca
del norteamericano? Todo parece indicar que recién lo conoció por el brulote
mismo.
¿Qué irrita más? A no dudar, la inconducta pública de los consignatarios
de su candidatura que pretenden pasar gato por liebre y decir que el pecadillo
copión de Acuña no es más que una excusa de miedo contra su postulación
presidencial. En buen castellano dicen que eso ocurre en Perú siempre y que no
debe tomarse en cuenta nada más que el esfuerzo emprendedor de un peruano de
abajo, tan modesto que se gasta decenas de millones de soles en campaña
(capituleros incluidos) y que no tiembla para revelar sus desmanes.
¿Renunciará Acuña? El mismo ha dicho que no. Pareciera que él entiende
que todos tienen un precio y no le faltan recursos dinerarios para comprar lo
que sea menester para mantener su acción política en el llamado camino a
Palacio.
Sólo pensar en el espectáculo circense de reclamar la inhabilitación de
un jefe de Estado por incapacidad moral, deviene en vómito con estertores
terminales. ¿Vamos a llegar a semejante sentina? En Perú llueve para arriba y
no descartemos instantes de la más absoluta grosería pública.
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